lunes, 10 de octubre de 2011

-Capricho de un Súcubo-

     Ni el sonido del cierre de la puerta puede percibirse cuando una joven se escapa de casa con el fin de hacer algo que su madre le ha negado. Debo admitir que antes de ser quien soy ahora, tuve padres, y es realmente odioso cuando tienen razón al negarte algo porque seguramente algo podría salir mal. Esta no es la excepción.

     Corriendo llegó a el inverosímil lugar que tanto había anhelado visitar, donde pagaría una gran cantidad de dinero a cambio de, irónicamente, agujerar su tierno rostro.
Las garras del misterioso ser que habitaba el lugar se posaron sobre sus delicados hombros, guiándola hacia el lugar donde se llevaría a cabo el intercambio, aun mas grande de lo que ella esperaba.

     El hombre se acercó con un delgado metal caliente y en un momento, ese metal atravesaba su labio inferior, causándole un ardor agudo, chillante. Acto seguido, colocó un pequeño tubito de metal, con una esfera en un extremo, en el agujero. Una discreta comezón en la boca.

     Camino a casa no podía esperar a mirarse en el espejo, pensando en lo grandioso que se vería aquello que se había puesto. Sin darse cuenta, le brotaron de la cabeza cuernos torcidos, y de su baja espalda, una cola con punta de flecha.
Entró silenciosamente, sin saber que su madre la esperaba, abriendo la puerta…
     
     -En dónde estabas jovenci…- se interrumpió su madre, pegó un fuerte grito al ver su apariencia demoniaca mientras retrocedía tropezándose con una mesa de cristal, cayendo de espalda, horrorizada.

     -Tranquila!-contestó ella al ver esto- es solo un piercing!

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